España se queda en la línea de salida en la carrera industrial de las baterías eléctricas

A pesar de ser un referente global en la industria del motor, nuestro país apenas ha dado pasos en un nicho estratégico para la nueva movilidad y que moverá, solo en Europa, 250.000 millones al año a partir de 2025.

Su presencia en las carreteras es todavía minoritaria frente al coche tradicional, pero cada vez hay menos dudas de que está llamado a abanderar el futuro de la movilidad a medio y largo plazo. El vehículo eléctrico, piedra angular para la descarbonización del transporte, pisa el acelerador ante los compromisos medioambientales fijados por la Comisión Europea y los propios gobiernos nacionales. La industria automovilística del Viejo Continente es consciente de ello y lleva años inmersa en el desarrollo de modelos cero emisiones, pero hay un aspecto en el que se ha quedado descolgada: las baterías. La cuota europea de fabricación a escala mundial es de solo el 3%, mientras que Asia acapara el 85%.

Bruselas ya ha tomado medidas para tratar de romper la hegemonía casi absoluta del continente asiático en este mercado. Hace tres años puso en marcha la Alianza Europea de Baterías con el objetivo de unir fuerzas y no depender tecnológicamente de países competidores. En el marco de ese acuerdo, aprobó el pasado mes de diciembre el primer gran proyecto paneuropeo para la investigación y desarrollo en el ámbito de las baterías, promovido por Bélgica, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, Polonia y Suecia, que contemplaba un paquete de ayudas de Estado de 3.200 millones de euros y que culminará en 2031. Una iniciativa de la que España quedó excluida, aunque sí participará en una segunda fase liderada por Alemania. Y es que el Ejecutivo comunitario tiene claro que las baterías son una cadena de valor estratégica y que pueden convertirse en un elemento clave para la competitividad y el liderazgo industriales de la Unión Europea, en particular en el sector del automóvil. Su potencial es grande: se estima que el mercado de baterías moverá 250.000 millones de euros anuales a partir de 2025 –para ello será necesario instalar de 10 a 20 «gigafábricas» en Europa entre 2023 y 2025– y generará un millón de empleos en 2023.

«Está claro que el vehículo eléctrico es el mercado emergente en el sector de la automoción y todos estos coches necesitan baterías. Por tanto, son el nuevo océano azul de la automoción», asegura Vicente Rodríguez Rodríguez, profesor del Máster en Investigación de Mercados de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).

Solo el 3% de las baterías para coches eléctricos se produce actualmente en Europa

Hoy la cuota de mercado de los coches eléctricos en España es del 1,72%, pero cuando se alcance la paridad, es decir, cuando el precio se equipare al de los coches de combustión, la cifra irá incrementándose. Y España necesita estar preparada. «La reconversión de la industria del automóvil, que se producirá de aquí a cinco o diez años, va a ser muy dura porque de ella dependen numerosas familias y están en riesgo millones de euros. La producción de baterías es un elemento necesario para pasar de esa industria tradicional a una más sostenible», subraya Pablo Frías, director del Observatorio del Vehículo Eléctrico y Movilidad Sostenible de la Universidad Pontificia Comillas.

Pero lo cierto es que España, un referente en el sector de la automoción (es el noveno fabricante mundial de vehículos y el segundo productor europeo), está totalmente desposicionada en la batalla por hacerse con el liderazgo mundial, ya que no cuenta con ninguna fábrica dedicada a la producción de estos componentes. «China, Corea del Sur y Estados Unidos han sabido polarizar el mercado y, por el momento, son la referencia en la fabricación de baterías. Quedarse fuera de ese mercado podría suponer la deslocalización de esta industria y quedar a merced de los fabricantes fuera de la UE», advierte José López-Tafall, director general de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac).

Algo que un país en el que la industria de la automoción representa el 10% de la riqueza nacional y el 9% del empleo, no puede permitirse. «La batería eléctrica supone entre el 35 y 40% del coste de fabricación de un vehículo, y teniendo en cuenta que esta tecnología va a ser un elemento clave para la movilidad es necesario que atraigamos este tipo de inversiones para mantenernos competitivos y a la vanguardia en el sector», destaca, al tiempo que recuerda que desde Europa se van a canalizar una serie de fondos de reconstrucción que «tenemos que aprovechar para maximizar la competitividad de nuestra industria».

La industria de la automoción supone el 10% del PIB español y el 9% del empleo

Los beneficios que aportaría a nuestro país contar con plantas dedicadas a la producción de baterías son muchos. «España fabrica vehículos eléctricos y tiene la segunda mina de litio más grande Europa (en San José Valdeflórez, Cáceres) con capacidad para dar servicio a más de 10 millones de vehículos. Implementar una fábrica de baterías cerraría el círculo industrial de la movilidad eléctrica, lo que supondría una gran ventaja desde la perspectiva medioambiental, pero también sería un aliciente añadido para que España sea el destino para la fabricación de nuevos coches eléctricos», indica Arturo Pérez de Lucia, director general de la Asociación Empresarial para el Desarrollo e Impulso del Vehículo Eléctrico (Aedive).

También mejoraría la logística. «El transporte de estos componentes a largas distancias es difícil por tamaño y peso. La logística se complica y se encarece, por lo que tener una fábrica ubicada en nuestro territorio nos daría una importante ventaja competitiva», señala López-Tafall.

Efecto tractor
Pero hay más razones que justifican la necesidad de acelerar en la apuesta por la producción de baterías en España. «Estas instalaciones beneficiarían al sector industrial en su conjunto por el efecto tractor en todas las empresas de la cadena de valor de baterías: materias primas y productos intermedios, componentes estructurales, eléctricos, electrónicos, para la gestión térmica, etc. Las empresas nacionales podrían posicionarse tecnológicamente para competir en otros mercados, en un sector en el que se compite a nivel global», explica María Luisa Soria, directora de Relaciones Institucionales e Innovación de la Asociación Española de Proveedores de Automoción (Sernauto).

El desarrollo de factorías dedicadas a las baterías en suelo nacional o europeo permitiría, además, reducir la vulnerabilidad ante posibles interrupciones en la cadena de suministro, un problema que ya ha afectado a gigantes como Audi. El año pasado y a principios de este 2020, la marca de los cuatro aros se vio obligada a suspender de forma temporal la producción de su modelo E-tron por la falta de celdas para las baterías por parte de LG Chem, encargado de suministrarle las piezas. «Igual que ahora cada vez que hay un problema en Oriente Medio se dispara el precio del combustible, si Asia afronta algún contratiempo o decide subir el precio de las baterías, lo tendremos que asumir», alerta Pablo Frías.

Captación de inversiones
Si bien es cierto que las fuentes consultadas creen que España tiene margen para reaccionar, el camino será largo debido a las ingentes inversiones –entre 1.000 y 20.000 millones de euros– que requiere una planta de baterías. Existen, no obstante, algunos proyectos embrionarios que miran a nuestro país. La multinacional francesa IDEC Group, por ejemplo, ha mostrado su interés en ubicar una fábrica de baterías eléctricas en el futuro polígono del Llano de La Pasiega (Piélagos, Cantabria) que generaría, en inicio, 3.000 puestos de trabajo. Por otro lado, la surcoreana LG Chem estaría dispuesta a convertir las instalaciones de Nissan en la Zona Franca en una fábrica de baterías eléctricas, unos terrenos que también habrían despertado el interés de la multinacional francesa Schneider Electric.

«El factor logístico es muy importante. Que en España estén factorías de los mayores fabricantes de Europa casa muy bien con que próximamente se instale una fábrica de baterías que haga que el proceso de “just-in-time” funcione y se pueda desarrollar», apunta Luis Marquina, presidente de la Asociación Empresarial de Pilas, Baterías y Almacenamiento Energético (Aepibal). Otro punto a favor es el talento. «Gracias a la industria del automóvil tenemos un staff técnico muy especializado en la fabricación y eso es algo que nos hace diferenciales», dice Pablo Frías. Pero también hay aspectos que juegan en contra. «Por cuestiones regulatorias en materia de extracción de los minerales básicos para la construcción de las baterías nos hemos visto rezagados», lamenta López-Tafall, de Anfac. Otra de las preocupaciones es la imagen de país que se está dando. «Nuestros costes son más bajos que en otros lugares europeos, pero siempre aparecemos en la prensa por las cuestiones políticas. Necesitamos no hacer ruidos tontos y centrarnos en los temas económicos y tecnológicos», defiende Pedro Nueno, presidente fundador de los encuentros IESE Auto. España encara su última baza para subirse al tren en marcha de la producción de baterías y explotar una oportunidad de oro que hasta ahora ha desaprovechado.

A la conquista de la inversión china
El Ministerio de Industria ha dado ya algunos pasos para atraer nuevas inversiones relacionadas con el vehículo eléctrico, como el memorándum de entendimiento alcanzado en enero con la asociación empresarial china EV100, que agrupa a casi 200 empresas del sector de la movilidad electrificada, si bien de momento no se ha traducido en la instalación en España de ninguna factoría, una decisión que, en última instancia, dependería de la iniciativa privada de las empresas.

«El Ministerio realiza esfuerzos durante los últimos meses en la captación de proyectos de la cadena de valor de las baterías, en sentido amplio, desde la exportación y transformación del material extraído hasta el reciclado de la batería y soluciones de segunda vida», comentan desde el departamento que dirige Reyes Maroto. Ponen en valor que España dispone de importantes reservas de materias primas necesarias para la fabricación de baterías (especialmente litio), muy localizadas en la banda que marca la frontera hispano-portuguesa, y cuenta con empresas y centros tecnológicos con experiencia en distintas tecnologías a lo largo de la cadena de valor. «Por esa disponibilidad de recursos naturales, empresas conocedoras de la tecnología, así como por la importancia de nuestro sector de automoción, tanto en componentes como en fabricantes de vehículos, son varios los proyectos que han mostrado interés en nuestro país para la instalación de líneas de producción», añaden.

 

Fuente: ABC